En invierno, la vida queda medio escondida entre el frío y la nieve. La naturaleza parece replegarse sobre sí misma hasta el punto de que algunos animales optan por desaparecer y pasar estos meses durmiendo.
Y en cierta medida a muchas personas les pasa lo mismo el frío «las encoge». Mientras el verano y la primavera favorecen la expansión y la apertura, el invierno lleva al recogimiento y mayor oscuridad.
Así que la naturaleza, de manera «natural» nos invita a la introspección, a la tranquilidad y buenos alimentos. Aprovechemos la oportunidad que nos brinda esta estación para centrarnos en nosotros. Démosle lo que nos pide el cuerpo y el alma, escuchemos el mensaje de cambio dentro de nuestro interior. El cuerpo tiene la capacidad de adaptarse al frío, a la lluvia que limpia la tierra y la nutre, al viento, pero es importante saber apoyarlo, abrigando nuestra zona lumbar, dándole caldos remineralizantes y nutritivos, tisanas de plantas que aporten calor , beneficiándonos de sus propiedades para mantener nuestras defensas, un baño de agua caliente con un puñado de sal marina, o un aromático aceite esencial, nos acercaran a nuestro espacio de confort.
Aprendamos a disfrutar de la fuente de calor que siempre está, aquella que proviene de sentirnos a gusto dentro de nuestra piel.